6/28/2010

Calor, calor, noches cortas y vida, mucha vida.





Calor, calor, noches cortas y vida, mucha vida.

Nos bañábamos en “Las Vegas” con permiso de Graciliano. Discreción silencio y dedicación al trabajo. Hoy, pintura. Mañana, una junta.
Nunca una voz, siempre educación, nunca un murmullo ni murmuración.
Todo a punto, año tras año. Allí en los bancos rojos y azules
pasábamos las mañanas de verano.

Ahora, ansiamos la jornada continua en la oficina, decimos adiós a
gabanes, trencas. Damos la bienvenida al sol y al agua que serán
nuestros compañeros de estío.

Me gusta el verano con sus siestas, los olores a gazpachos,
pimientos, y tomate. Gente en la calle. Tardes de calor
refrescados con un “Cornete” o "Mágnum" para el verano de castilla.
¿Dónde quedó el “mantecado”? Las canciones de verano, sus melodías
sencillas y pegadizas. Tocadiscos con recuerdo. Me gusta.

Antes, los exámenes, los nervios de recoger papeletas en la
facultad. De volver a casa imaginado cómo encajar y cómo
encajaría las derrotas o las alegrías del año cursado. Pero en
definitiva, el verano era/es tiempo de recuperar lo perdido durante
el año. De coger el hábito de estudiar y superar lo perdido antes,
de pensar en el porvenir hoy.

De sentarme con mis hermanos bajo la tutela de la responsabilidad y
abrir libros, apuntes… preparar lo pendiente. Por lo menos, de
intentar buscar método y sistemas para septiembre.
Las mañanas de 9 a 12 h y tardes de 16 a 18 h para los pequeños,
hasta las 21 h los mayores. Con descanso para merendar con nuestra
abuela. Ella, con suma paciencia toma las lecciones de botánica y
repasaba el herbario. Pero con merienda, café y dulce.

Ventanas abiertas. Recuerdo las tiendas de ultamarimos de Heraclio
y Lisardo. El olor de los dulces del señor Luis, la carnicería. La
clientela de cada uno de los establecimientos. Conocíamos las voces y
tonos de voz de los parroquianos. Los horarios de apertura, los de
reparto… Ya viene Lisardo, queda menos. “Dos botellas de lejía” con
voz profunda. Eran las cinco, un calor… que por momentos imagino la
casa de Bernarda Alba, agua, hielo, limonada para apagar la sed.
Silencio en la calle. Interrumpido por alguna mosca, viandante y
poco más. Descansan los demás, nosotros con los libros. Oímos:…
”Simplemente una lata de Foligrasss”. Risas. Cerrados los libros y
mañana otra vez, ya son la seis.

Las vísperas de fiestas, yo me deshacía; –¡me ahogaba¡– cuando las
conversaciones eran: “Dame unas patatas para ensaladilla. Y
pimientos de Zamora...” La boca agua.
Lo más, cuando oía los menús; a primera hora cuajo una tortilla,
frío unos filetes empanados, una sandía y no quiero más. Mi
mayor deseo era montarme en el coche de aquellos y estar al día
siguiente en el “lago”, “Manzanal” o donde se terciara. Pero ese
manjar no lo quería yo perder¡.. Rápidamente subía a la cocina y me
comía a escondidas lo primero que pillaba. ¿Dónde vas? me decía
Remedios, con un palo de escoba en su mano ¡Lampón¡ Qué, ¿no estas
estudiando? Vengo a por un poco de agua. ¡Vamos!, baja ya, que se lo
digo a tu madre.

Añoro las vísperas de cumpleaños y santos: Pedro, Carmen, Santiago,
Enrique, mi cumpleaños… Deseaba ese día. No en vano elegíamos
comida y postre. Intentaba convencer a mis hermanos que
eligieran los primeros, "Y te cambio el postre por... ". Me daba
igual, pero una ensaladilla rusa era el mejor regalo por cumplir
años para mí. Se imponía año tras año, pese a la oposición de mi
madre, siempre precavida con la salmonelosis. Ella cedía. Y yo no.

Mañanas frescas, noches de estrellas, picaduras y fresco en San
Martín. Suenan a estío… a relax. Está claro que deseamos que llegue
el verano para las deseadas vacaciones. Es tiempo de reflexión,
lectura, tardes de toros, calor y polvo, noche de tertulia y Gin
tonic para animar. Es hora de soñar, abrir el camino a nuestras
hijas, albergar las mejores intenciones, tiempo para reflexionar… Es
verano. Al verano y a mí nos une un 'love story' de varias décadas…
Con calabazas o sin ellas.
Seamos felices, disfrutemos de esta nueva etapa.


6/16/2010

San Pedro ya esta aquí con sombrero de ala ancha



San Pedro ya esta aquí con sombrero de ala ancha
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Ya oigo el manojo de llaves. Incluso distingo la que nos abre la plaza de toros de Zamora.
Toda una vida esperando y confiando en que nos dejaran asomarnos a esa plaza desde su corazón. Año tras año esperábamos. ”Éste será, seguro. Pues… pero no”. No fue nunca. La ilusión que hubiera tenido y, por qué no decirlo, la vanidad.

Hoy dejo otras distracciones y quehaceres. Me dedico a jugar un juego que últimamente practico mucho: soñar, y vivir un recuerdo ya no es un recuerdo, es imaginar.

Lo palpo, lo siento e incluso creo que me enfado como hacía siempre. Fruto del nerviosismo que me provoca la responsabilidad del trabajo bien hecho.
Estamos en vísperas de las grande fechas y ferias: Teruel, La Coruña, Alcalá de Henares, Soria, Ciudad Rodrigo, Cella…. Los grandes toreros Esplá Ortega Cano, Ponce Mendes, Litri, Rincón, José Tomás, Morante… ya esta todo aquí.

Ya lo tenemos todo levantado e invadido de bombonas, pinzas, bisturís, candados, llaves, cadenas, cables, gasas, cajas, medicinas, partes, sangre… todo.

En la maleta verde de piel encajaría cada cosa en su sitio “Para los rejones esto, para los recortadores aquello. Para la corrida el mejor traje y sombrero.” Es el día grande. En sus manos buena colonia que acariciaría su pelo.

Unos días antes o el mismo día hubiera llamado a “La Carnero,”
Precioso, Consuelito, Valdés, algún argentino,… siempre confiando en que no fallarían. Lo dejaba a la voluntad del Señor. Con toda seguridad aparecería alguien. El mismo día incluso dos, pero sin confirmar nunca. Y con la mayor de las calmas,… y trasmitiendo la mayor tranquilidad (por dentro, era otra cosa) pero si con Ángel y Héctor me sobra todo.

Seguramente habría hablado con los apoderados, hermano, hombre de confianza de los matadores para ofrecerles su casa. Ofreciendo calor
de amigo, admirador, compañero de fatigas. Que pudieran distraerse
y descansar antes de la corrida. Y luego celebrarlo dándolo todo por ellos.


Creo adivinar el timming del día de partida. Seis treinta de la mañana en la cama despierto. En una mano un puro, en la otra un misal. Novena de San Pancracio. Todos los días la rezaba -nos decía- “Salud y Trabajo”.
Ducha, vaqueros para viajar y luego ya los alimentos espirituales y económicos. Misa, primero, y visita al Banco de Santander para ir con la petaca a tope.
Sobre las diez de la mañana cargaríamos el remolque del coche con la ayuda de los cocineros, portero... pero él primero. Un beso y gasolina. Y, antes, visita a Rodilla, unos sándwiches/Coca Cola Light y carretera para Zamora con “los del Río” de fondo y todo por desgranar. Lo veo.

Ese viaje no lo pudo hacer, y no lo hará. No me equivoco si pienso que hubiera sido el más feliz de su carrera profesional junto con otro más cercano. También sé, que por su familia hubiera renunciado a todo. Se disgustaría seguro (tantas veces…) pero una siesta y lo hubiera ofrecido como hacía siempre con los contratiempos que le dio la vida.

Por eso, este año es él quien abre la puerta a Enrique (nos la abre a todos).
Enrique, después de muchos años sin picadores, con picadores, con corridas duras, y figuritas toma la alternativa. Y lo hace en su casa, como los buenos toreros. Actuará pese a que lo niegue, como su maestro. No te olvides de que te vigilará y guiará. Y ya sabes.. “poquita gente”

¡Suerte Maestros¡ En la plaza nos vemos con tu sombreo de ala ancha.