2/23/2012

Cuestión de formas



El fin de semana pasado fue estupendo. En “Las Arenas”. En un hotel de los llamados funcionales. Después de un fantástico viaje en coche, esperaba una cara alegre. Según entramos, ya empiezo con mis observaciones. Los recepcionistas, en el proceso de check-in, gélidos. Vestidos con una camisa blanca cuello “Mao” (por lo menos era blanca, lo habitual es el gris y negro tipo Mohedano) ¡¡¡por Dios!!!, ¿quién elige los vestuarios de los empleados de un hotel?. Y más amabilidad… Tampoco esperaba un abrazo, ni un beso de bienvenida, pero si un esbozo de sonrisa ¿no?

Adiós y aire a la máxima de antaño, de que el huésped de un hotel debe tener la sensación de que se le mima y de que se le cuida particularmente a él, independientemente de que conviva con otras mil personas más. Todo por la borda y cambiamos el exquisito trato por la frialdad no acostumbrada. Los labios en señal de silencio. La comunicación gestual es importante, siempre pueden ser puntos a favor o en contra en el trato con los demás. Y si además del rictus ácido no expresamos nada en forma verbal, obtenemos pensamientos tan adversos que peligran nuestra vuelta o nuestras relaciones comerciales. El control de los gestos es fundamental para el éxito. La imagen es el primer mensaje del Hotel (empresa). El primer cara a cara marcará el futuro de una relación. Me pienso si dar unos pequeños consejos, ya que además de idiomas son necesarios cordialidad, comedimiento, maneras y entrega. Todo bajo contrato, claro está. Gratis ya no hay nada.

En estas cadenas, es todo muy funcional, como sus nombres. El carné y nada más. Un piso bajo por favor,- sí. Te dan ganas de.... o por lo menos no volver. Muy herméticos, sin ser maleducados. Mucho mejor recibir con una sonrisa. Pero ya ni eso. ¿Será parte del código secreto o del ideario del hotel? ¿Dónde hemos dejado la hospitalidad y la cordialidad? Claro, que por suerte también nos hemos evitado el llavero de hierro de unos tres kilos de peso tipo Parador años 80. Ya estamos acomodados.

Subimos a la habitación, echo de menos el botones atento y presto que recogiera el equipaje, él se lo perdió. La habitación fantástica. Unas camas comodísimas y nada de colchas de terciopelo, adiós a los atrapa ácaros. Esto se gana. Nada de olores ni ambientadores de cine de barrio, la más que extremada asepsia en la habitación.

Me llamó la atención que no había nadie en la amplia recepción. Me hace pensar que el decorador falló; su estancia no es bien acogida, demasiado fría. No hay nadie, ni aire que respirar. Quizá no hagan falta los tapices, ni los jarrones antiguos, ni relojes que tocan, ni óleos y muebles clásicos. Pero todo blanco...y nada. Lorenzo Castillo haría algo espectacular. Claro, que a lo mejor esa era la misión del encargo: nadie en la recepción. Por el contrario, da gusto ver las recepciones y salones del Palace, Ritz, Santo Mauro…etcétera, acogedores y llenos de vida, te invitan sus tertulias y corrillos. Saborear y sentirte un privilegiado con un café, té…con las pequeñas cosas. Una atmosfera fantástica y siempre llenas de buenos círculos. En el fondo me encanta el mundo refinado y elegante como el de las familias bien de provincia, que se reúnen en el lobby y salones de esos hoteles… llenos de vida.

Claro, que prefiero este tipo de hoteles (funcionales) a esos en lo que te asomas y está lleno de mucha gente que se viste de golpe y porrazo de Donatella V, esa es su marca. Seguridad de la subsistencia. No hay más que silicona, zapatos gris perla y ni rastro de una buena educación. Gente asustada de perder la brújula de un estatus que nunca merecieron. Se pegan como lapas a aquel que cree que puede sostener su negocio de barro. Los falsos Rolex y complementos de Armani los toman. Es un derroche de tintes, cortes exagerados, el ácido hialurónico en sus caras, corbatas tiesas y de un solo corte, pero todo en el aire, no hay pies. La gente de bien consume productos imposibles de falsificar: Disciplina, atención, cortesía y educación de calidad.

Me gusta que la gente tenga habilidades sociales, siempre mejor con una sonrisa. Es mejor relacionarse bien, es una apuesta de futuro y no una carterita de 800 euros. Simpatía, buen humor y bondad son siempre una buenísima tarjeta de presentación que se entiende a simple vista y además evitas pasar por el cirujano plástico. Ya se sabe que sonreír no genera arrugas sino caricias que envuelven mi piel. En cambio, los ojos con el signo del dólar, además de mucho más vulgar, generan envidia. Lo peor es ostentar y peor aún con imitaciones, mejor sentido común, habilidades sociales, inteligencia, una cultura para triunfar y relacionarse con futuro. Nada de falsa humildad y discreción que eso especialmente espeluznante (y de acomplejado) pero sí un buen cepillado dental tres veces al día. Se nos percibirá con una mente más positiva ¡seguro!. Y el futuro es nuestro.

PD. No soy nada caro, para dar clases sobre comportamientos, crisis, formas y maneras en recepciones, centralitas….etcétera. Ya contaré otro día lo sucedido hoy en la sala de espera de la clínica. Claro que la culpa no la tiene ella, sino la doctora que la contrató que no tiene ni idea de formas y modales, pero…. Otro día.

2/08/2012

¡Felices veinte!



Ayer, mientras caminaba por el río comprobé que los árboles ya tienen las yemas en sus ramas. Sí, las yemas de la vida, de la juventud y de la fuerza para dar la bienvenida a la primavera.

Allí están, como nosotros en nuestros mejores tiempos, cuando tenía veinte años, plantando cara a la vida. Riéndose del frio imperante y sacando pecho al viento. Me vi reflejado con veintitantos años. Todo era altanería, lo sabía todo. ¿Vivía en la inconsciencia? Puede que sí. Igual que las ramas salen ahora con las mínimas de frío, yo hacía lo mismo con esa edad, desafiaba a todo, normas, reglas… y seguro estaba de mí y de mis actos. ¿Porqué? Pues quizá en nuestro marcador genético lo llevamos codificado. Con veinte años todo es para ti y tu imaginación, nadie te para.

Con esa edad no tienes enemigos, o no los ves. Siempre de buen humor. No negaré que han existido ocasiones en las que me he reído de lo que no debía y me arrepiento, pero… Comentábamos entre risas lo que hay a la vista para el próximo fin de semana, ese era el motor. Ser el más elegante y el elegido del panorama social del “finde”. La vida en una conversación, en una mirada de cualquier bar, ver quién saludaba a quien y el saludo es vitamina. Debo de confesar que los besos no fueron muchos, pero si las ansias de vivir y reir.

Hablábamos a gritos. Lo dábamos todo y creíamos que se nos entendía todo mejor con toda nuestra vehemencia casi radical. Ahora, odio el grito (del que no me separo) y el olor a fritanga, entonces lo adoraba. No tenía más hobbies (salvo los toros) que pensar en que llegara el fin de semana. Ahora los tengo y me dejo apasionar. Las marcas me atrapaban, cuanto más exclusivas y menos vistas mejor. Rogaba a mi madre y padre para hacerme con lo último, con todo tipo de explicaciones. Hoy nada de marcas evidentes y todo mucho mejor si es de una buena sastrería. Cuando mi padre de pequeño me llevaba al sastre, lo odiaba. Hoy es todo un deseo, entonces soñaba con tener unos “jeans” que hasta los quince no llegaron.

Muchas veces cuando me encuentro con compañeros y/o amigos de de esa época, me sorprendo de lo cambiados que están, claro que seguidamente la pregunta es ¿cómo estaré yo? Y siempre me respondo: mucho mejor, después reflexiono: he perdido la cintura que nunca tuve, me estoy poniendo un poco fondón… calvo, etcétera. Claro, que tampoco me ayuda que mi vestuario sea estilo “viejuno”, o de “chico del coro”. Intento darme un golpe de color para perder el look clásico, anticuado, vamos, de “pereza total” pero con el que me encuentro cómodo. Sí, intento dejar atrás el look “ropero misionero” para incorpórame al estilo más atrevido cuando puedo. Incluso para los desfiles de Semana Santa, intento dar un paso más. Como dice mi hermano “Chagüi” las túnicas nuevas de Semana Santa están perdiendo tanta calidad que parecen de los Chinos (a veces, dudo que no lo sean). Adiós a las buenas hechuras y los ricos tejidos, nos invade el “low cost” también en SS. Las nuevas ya se las confecciona Jaime Gallo.

Hemos cambiado, por suerte ahora escuchamos, sabemos ser falsos con arte y nos gusta que nos sirvan siguiendo la dirección de las agujas del reloj. Nada de ser sincero. Todo educación, aunque a veces estorbe, pero es mucho mejor. La moderación nos toma. Hemos perdido la frescura de las nuevas ramas. Quizá porque nos han vareado en demasía y lo queremos todo controlado. Ahora es distinto, silencio, compostura, rigor y selección. Ya no estamos para dar rienda suelta a pesados y charlatanes. Tengo un futuro por el que luchar, como esas jóvenes ramas y lo más importante, el cariño de la familia que me hace tener la fuerza, la energía y la alegría de los veinte para lo que venga. ¡Felices veinte!


FOTO:Josué Crespo, Victor Mendes, P.crespo y Pepe Ibañez.