4/27/2013

¿Qué está pasando?




¿Qué está pasando? ¿Dónde están la ayuda y las buenas formas?

Sí, ahora que está todo tan revuelto, que estamos tan nerviosos, que el sol no termina de salir, nos damos la espalda unos a otros. ¡Qué situación! Es tan calamitoso el estado moral y social del país… más nos valía recitar letanías en latín, antes de que se nos olvidasen. Somos unos impresentables. Claro, que la cosa cambia si recibimos una invitación que diga: "Se servirá un espléndido cóctel seguido de una cena colosal, con baile flamenco y actuaciones". Todo el mundo en ese caso está encantado y como se pueden imaginar, el comentario será: "¡Qué maravilla de fiesta y qué divertida!" Pero no es el caso.

Deberíamos ayudarnos, darnos ánimo, buscar soluciones o, por lo menos, dar nuestra mejor cara. Y no todo lo contrario. Esta mañana fui testigo de un abuso de poder sicológico. Una señora de unos ochenta años, una superviviente de la tempestad en la que vivimos, se acercó a una sucursal de Caja España. Se sentó en una mesa: había cuatro y ninguna atendida. Desde la ultratumba –de la que nunca debió salir– emergió una “tía”. En plan de gobernanta de casa mala. O de hostal con servicio de siesta caliente. "¡Siéntese allí!". Comenzó para la anciana señora su particular penitencia diaria. "¡Dígame!" Quisiera una copia de un recibo de junio de 2012… camino del calvario.

La tipeja que la atendió, nunca se vio en otra. A cebarnos con el débil. Debió de ser traumático para esta tía, la transición de vivir rodeada de estiércol a pasar a la calle Santa Clara –no supera y no asume sus orígenes entre purines. Se alimentó de rencor y la mala leche desde niña, o en su etapa en el hostal, que todo es posible.

Ninguna educación vestida de tintes de pelo amargo. Comenzó con un "¡¡Esto tiene un coste!!", "esto tiene un coste"… hasta cuatro veces. Me dieron  ganas de … Esta mañana hubiera debido tirar de Trankimazin.

Este tipo de personas no tiene ningún reparo en mentir si es necesario para conseguir lo que quieren. Pisar fuerte, muy fuerte... claro está, con el débil. La anciana señora se desvivía en aclaraciones, sin ser pesada, –me enteré de todo mientras esperaba turno– cosa que podríamos entender, se abrió en canal, dio todo tipo de explicaciones a la empleada de la sucursal, sin atisbos de demencia. Que era viuda desde hacía pocos meses, que su marido era quien había llevado todos los temas… "¡Esto tiene un coste!" Me hace falta la copia del recibo…. Pero es que esto tiene un coste. Y remataba con "Usted comprenderá que no voy a parar una oficina para buscar su recibo". ¡NO VOY A PARAR una oficina bancaria…!

Tía puta, es tu obligación que para eso le estás cobrando por un servicio. ¡Qué pena! se nos olvida que se debe emprender, trabajar más con el corazón que con la cartera… claro que así nos va.

Me hubiera gustado que escucharas la súplica, que por un momento te hubieras sentado en el otro lado de la mesa. Que intentaras ser más amable con alguien que lo necesita. Eso sí, ya no te acuerdas cuando ofrecías un producto estrella sin riesgo ninguno y con un 8 o un 10% de beneficio a esa misma gente a la que hoy le dices que tiene un coste. ¿No recuerdas? ¿Te suena la palabra Preferente? ¡Manipuladora¡ Eres despreciable. No tienes caridad.

Consolémonos, pensando que no todos los empleados de banca son iguales, ni mucho menos, más bien al contrario. Qué mejor satisfacción que prestar nuestra ayuda a quien de verdad lo necesita. Es súper enriquecedor. Como bien dice hoy Patricio en su artículo semanal. Claro, que otra cara pondrías si llevara puestas las alhajas de la Montiel, ¿No crees? O te indicara transferencia a lugares que nos sabes situar en el Mapamundi. Tu mirada, entonces sería cautivadora y con una buena sonrisa. Cómo explicar que los modales, el tono, la comprensión... son tan importantes y todavía más con clientes y en la adversidad. Hubieras encontrado una satisfacción personal impagable. Pero allá cada cual…

Con estas cosas y tantas emociones, estamos como para dejar la medicación. Después de este desagradable suceso, tendré que ingerir media botella de vino Loess, o Mantel Blanco, pero en plan medicinal. Pensaré en combinar los más coloridos pantalones con camisas discretas… Al menos tendré la gran seguridad del acierto y me olvidaré de lo que no me gusta. Es terapia personal.